Mi hermana, un poco mayor que yo, saco un taponcito de hule. Al que previamente, le había amarrado un hilito. Y lo hacia brincar, cual jinete sobre las olas.
La envidia, se apodero de mí.
Adiós alegría, un rictus, de, otra vez, soy la menor. A la que no se le ocurría nada.
¿Por qué, no nací primero?
Bueno, ¿Por qué no fui única?
Eso si que seria padre. Todo el amor de mi familia, seria para mí. Santa Closs, reyes magos. Todo, todo, y únicamente todo para mí.
Bueno, decidí, por lo pronto, me conformaría, con ese taponcito, que ella traía.
Le arrancaría el hilito de la mano. Y empiezo el empujarnos.
Ya no había risas, estábamos peleando. Es sorda la batalla.
Calladas, rechinando los dientes. Nos empujábamos, con hombros, codos, con el torso.
No podíamos patearnos en ese momento.
Bebiendo el sexo de la discordia
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Soy sacrílego
de mis propios versos,
de la poesía absurda
que anida en los intestinos del olvido.
Soy un agujero negro
en el cielo ciego
de ...
Hace 10 horas



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