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lunes, 3 de mayo de 2010

Vidas entrelazadas (9 ) Castigos en 1930


Mi papá esporádicamente nos visitaba, y a mis tíos, una muy pequeña ayuda, daba para el gasto.
En un cuarto de techo alto, acostumbraba dejar alguna ropa, colgada de unos clavos.
Y tardaba, para volver a ocupar aquella ropa.
En una de esas visitas, mi hermana Goya, que tendría unos 7 años, vio que mi papá traía pesos de plata.
Al paso de los días, urdió subirse a una silla, para alcanzar el saco de mi papá y tomar dos pesos.
Me invitó a mi, a ir con unas amigas suyas, y gastarnos aquel dinero, en dulces y golosinas al por mayor.
No logramos comernos tantos confites, y regresamos a la casa, con las bolsas de nuestra ropa, todavía llenas con lo comprado.
Y empezó el interrogatorio.
-¿De donde agarraron el dinero, para comprar eso?
Mi hermana Goya, nombro a una señora, que era muy amable con nosotras, pero como su marido era un borrachito incorregible, que no dejaba ni para los gastos de su casa, mis tíos no le creyeron.
Llegó en ese momento del interrogatorio, mi papá, y le preguntaron si no le faltaba algún dinero.
¡Y si le faltaba!
Yo me defendía, con “no pos, yo no, fue ella”, y señalaba a mi hermana.
Y mi hermana Goya, “pero bien que me acompañaste, y de todo comiste”.
Nos salieron muy caros esos dos pesos de plata.
Primero, una buena tunda, y luego, nos hincaron en el centro de la casa.
A mi hermana Goya en cada mano, le pusieron una plancha de carbón, vacía, pero no por eso dejaba de pesar.
A mi, por ser mas pequeña, solo unos ladrillos en cada mano.
Mis tíos, se sentaban por turno, para vigilar, que se llevara a cabo el castigo.
Solo me dejaron un par de horas castigada; a Goya más tiempo.
Ella suplicaba:

¡Ya levántenme el castigo!

¡les prometo no volverlo a hacer!
Y mis tíos, impasibles, “No, te falta mucho todavía, para que a la otra lo pienses muy bien”.
“Quien dijera, una niña de 7 años, y tan langara”.
Ya cuando nos levantaron el castigo, nos advirtieron, que por ser la primera vez, nos habían puesto un castigo suave, pero que para la otra, con las mismas planchas, pero calientes, nos quemarían las manos.
Desde luego, si les creímos.
Si por unas maldiciones, dichas por mi hermana Obdulia, la Dula, de 9 años, le restregaron un carbón caliente en la boca.

Portada del libro "Más allá"

Portada del libro "Más allá"
Camino de Amor Infinito

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