( foto de mi abuelita Luz Orozco León Vda. de Mayorga )
Mi abuela, me leía los cuentos, conmigo sentada en sus rodillas, señalándome con un dedo, los dibujos.Cuando por primera vez, iba a depositar, una historieta en mis manos.Me explicaba, paso a paso, en que consistía la trama.Al terminar, se iba a su quehacer cotidiano; y me dejaba en libertad, de hacer lo que quisiera con las revistas o cuentos.Tomando en cuenta, que yo aun no sabia leer, podría doblarlos, recortarlos, rayarlos, pintarlos, o solo mirarlos.Tenía libertad absoluta, sobre el destino de esas revistas.Yo hojeaba y hojeaba, mirando los dibujos, tratando de recordar, lo que me había explicado mi abuelita.
Pero para mí, todos esos dibujos, repasados hasta el cansancio, me era posible verlos, en una especie de tercera dimensión.Cada personaje, de cada cuadrito adquirían vida, hablaban, se movían, y yo platicaba con ellos.Cada que volvía a hojearlos, actuaban diferente, así como sus platicas y en conclusión, sus desenlaces, también, eran de lo mas inesperados.
Hubo veces, como en el cuento de la mano gigante, que me metí a las páginas, y corrí, huyendo de la mano, junto con los demás personajes, de ese drama.Es decir, que yo entraba y salía, de los cuentos y revistas, por mi voluntad.Para mí, eran tan reales, como lo que vivía con mi abuelita.Podía estar sentada, con una revista abrazada contra mi pecho, riendo a más no poder, por todas las aventuras, que había experimentado.
Mi abuelita, era mi confidente.Ella lavando y preguntándome, ¿y que paso, hijita?¿Y que hiciste tu?Ella guisando, me llamaba, y pedía que le narrara, como se estaban portando, en tal o cual revista, sus protagonistas.Y agregaba de su cosecha, un fíjate que hace mucho, paso un caso muy parecido. Te lo voy a contar. Escucha bien, pon atención.
Llegó el tiempo de ir a la escuela.Me inscriben.La maestra, nos pone a hacer planas y planas de bolitas, palitos, remolinitos, pinitos…Luego, nos hacen dibujar, una bolita roja, con un palito verde, y debajo ponerle las palabras, la manzana es roja.O dibujábamos, un círculo amarillo, con palitos alrededor, y escribir debajo… el sol es amarillo.¡Que aburrido!Y de pilón, dejaban planas de ese trabajo, como tarea.
Por fin, llegaron las vacaciones.Le pido a la abuela, que me entregue mis revistas, cuentos e historietas.Las había guardado con llave, para que no me distrajera, y así, pusiera todo mi empeño, en la escuela.Llevo una pila de mi colección de impresos a mi cuarto.Brinco, sobre la cama de gusto; luego un par de marometas para festejar y me dispongo a disfrutar de lo que realmente, me encanta.
Abro una revista y otra.Abro un cuento y otro.¿Y que veo?Solo dibujos inmóviles, mudos.Planos, como calcamonias.Voy con la abuela. Hay en mi boca un sabor amargo, de desencanto.
Le pregunto, porque ya no puedo verlos moverse, ni los escucho.¿Que paso?Se acerca la abuela a mí, me carga.Se sienta en su sillón favorito, acomodándome en su regazo.
Me mece un rato, como cuando se consuela a un niño que ha perdido, algo muy querido.Y me dijo, lo siguiente, en un tono bajito:-Es que ya aprendiste, a leer.Cuando nacemos, sabemos muchas cosas hermosas; y a medida que crecemos, las olvidamos.Y en su lugar, adquirimos conocimientos, que nos envuelven, y endurecen el alma.Gracias a esos conocimientos, nos defendemos, en esta vida, unos de otros.
Sino, seriamos rebasados, por lo que nos rodea.
Pero no te apures, llegaras a una edad, en que podrás de nuevo maravillarte, por las cosas sencillas, que son en realidad, maravillas, de la creación de Dios.
Estirando la mano, toma un cuaderno, y un lápiz, que yo había dejado, sobre una mesita.Lo abre, busca una hoja limpia, y dibuja, calmadamente, un círculo, y me pide que observe bien.Después, me pide que yo lo haga, mientras, me explica su significado.
Mira, mi niña, así se tocan, los dos extremos, la niñez y la vejez.
Son las edades, en que se comprende mejor el mundo, al principio, y al final de la vida.