Gracias por sus latidos de afecto y cariño que alimentan al Alma.

viernes, 18 de septiembre de 2009

TIOS

TIOS

Estación Manuel. Choza de carrizo, piso de tierra.
Matrimonio de leñadores, con un sobrino.
Cuestión de ir tirando, de buscar donde están los mejores árboles.
El corte con el hacha, limpia de troncos, el acomodo como pinos altos, muy altos y gruesos, para una buena quema, porque hay que saber hacerla, parejito, porque así es como se hace la leña.
La que deja la flor de la ceniza, blanca, finita, que después servirá como lejía para blanquear la ropa.
Les hablo de hace cincuenta años, cuando no se usaba tanto el detergente.
Van de un lugar a otro, malbaratando todo lo que poseen, en cada partida.
Y a volver a empezar, levantar otra choza; hacer otro catre, de mezquite las patas, como orquilla, y con costales, de los que se ocupan, para el almacenaje del carbón, se hace la parte central del catre, que quede amplio, macizo, como para que salte un oso en el.
Endrogarse en la tienda del patrón, por un tiempo, mientras sale la leña, y después de la misma paga, se cobra.
Les gusta esa vida, donde tranquilos se la llevan, como si nada.
Sin horarios, y como dice la tía, “yo hago mi siesta, cuando quiero “.
A ver, que hagan eso, los de la ciudad.
Mucho dinero, mucho dinero, pero ¡que va! si están esclavos del reloj.
No, yo no cambio mi vida, por la de nadie.
Es alta, güera, ojos claros, pelo largo, chocoyo, cogido con una trenza.
Este bien dada, todo un ropero.
Cuando le preguntan, que de donde es, responde con malicia:
Soy de la Meca, la seca, y parte de la Huasteca.
Y no da razón. Nada más, para que se queden con la curiosidad.
El tío es menudo, prieto, sin rastro de barba o bigote, callado, sufrido, paciente ¡ indio puro!
El sobrino es, bueno, que diré; harina de otro costal.
Lo estaban criando, porque nadie se quiso hacer cargo de el.
Murió la madre, el padre se volvió a casar; y solo los tíos aceptaron el paquete.
Para el, los mejores días, son cuando con el tío, va al centro del poblado; surten el mandado, pasean, observan todo.
Y el tío, lo deja retozar, a su gusto.
El chiquillo, de unos nueve años, vive agradecido, por esas salidas, que son su paraíso.
Así puede soportar, el resto del tiempo, de la eternidad de tiempo, en que tiene que vivir, con esa tía tan mandona, tan de agarrar el palo, y pegarle, hasta que el se esconde debajo del catre, donde no lo alcanza su furia.
Si su tío esta cerca, lo defiende tímidamente:
¡Ya déjalo! No vale la pena que te enojes. No te vayas a enfermar.
Uno de esos días, el chamaco cae en cama, con calofríos, hirviendo en fiebre, y la botica tan lejos.
El tío tiene que partir solo, por el remedio.
Aquel pequeño, enfermo y aborrecido por la tía, que ya tiene la muina acumulada, es surtido con una nueva paliza.
Escondido en su refugio, escucha pasos.
Desea, con el alma, que regrese pronto el tío.
¿Pero, porque tocan a la puerta?
Un desconocido entra. La tía lo recibe efusiva.
Y sobre el catre risas, forcejeos, un dame, un te doy, suspiros.
Jadeos interminables, la paz.
Se marcha el visitante.
Las horas pasan, el tío llega.
Ahora, todo es peor entre la tía, y el mocoso.
La mujerona lo mira retadora, con los ojos empequeñecidos por el odio.
Y su modo de pararse, con los brazos en jarra; echando los hombros hacia atrás, al decir la puya:
-¡A ver de que cuero, salen mas correas!
Y haz esto, y haz aquello.
Y mira viejo, como tu sobrino, solo sirve para comer.
Bueno, si hasta un perro, nos serviría más, tan siquiera la casa cuidaría.
Y tira la risotada.
Lagrimas de impotencia, de rabia, brotan de aquellos ojos infantiles, que tanto han visto ya.
Mejora el tiempo, mas no la situación en aquel jacal.
Una tarde, le dice el tío al niño,” vamos a agarrar aire”.
Sentados en un tronco, sintiendo la resolana, respirando aire limpio, durante un lapso de tiempo
están en silencio.
Con el rostro imperturbable, la mirada a lo lejos, el tío pausadamente empieza.
He notado el asunto entre la tía y usted.
Usted, ya es un hombrecito.
A los nueve años, yo ya me sobaba el lomo, y solo.
Sin padre, madre, ni tíos.
Aquí la vamos pasando, la tía nos ayuda, mete mucho el hombro.
Pero también se, que ha ofendido gravemente nuestro hogar.
Solo le pido sobrino, que aguante un poco más.
No dar a maliciar los planes que te voy a proponer; ya has oído a la tía, cuando dice: ¡pilar del infierno, no voy a ser!, ni perol donde Satanás fríe a los condenados, si hay personas peores que yo.
No temo por mí, ya he vivido bastante; pero tú apenas empiezas.
Dentro de unos días, entrego los costales de leña, liquido las deudas, y nos vamos, usted y yo, tan lejos, que nadie pueda dar razón de nosotros.
Allá, podré trabajar, de lo que caiga, y aceptare la paga que sea, si al fin, comemos como pajaritos. No somos remilgados.
Porque en una familia, lo mas importante es el respeto; y lo demás sobrino, lo demás, es como la leña, puro humo.

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