Uno de esos días, rumbo a mi trabajo, una niña, de unos 5 años, me jala del brazo, y grita a todo pulmón:
“¡mamita, mamita, no te vayas! ¡No me dejes!
Volteo, sorprendida. Yo, siendo una jovencita, que ni ha novio llego, me perturbo, y los colores, suben a mi rostro.
Le pido, ¡suéltame! ¡Cállate!
Y al mirar, a todos, los que observan la escena, que se hacen, los muy ocupados, disimulados; noto que todo es un montaje.
Un número, que la rapaz, tiene muy bien aprendido, para regocijo de los mayores.
Tengo tanta prisa, se me hace tan tarde, y la escuincla, que abusa en sus bromas.
Reviro, y la tomo fuertemente de la manita, y le digo, seria:
Como eres mi hija, ¡vamonos para la casa!
Y entonces, ella pone ojos de espanto, y grita:
¡No, no es cierto! ¡Mentí! ¡Suélteme!
Y haciendo pucheros, se jala hacia los negocios, hacia su familia.
Todos los presentes, sueltan las carcajadas.
Algún marchante, le grita a la chiquilina:
¡Hasta que apareció, quien te aplacara!
La suelto, y sigo mi camino.
Sonriendo, al comprobar, que en esta ciudad, siempre algo sucederá.
Algo, que no dejara, que pienses, que tu día, fue un día perdido.
Catacumba de la memoria
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Que la catacumba de la memoria
Sea el verso indemne
De mi silencio
Y el llanto ausente
De mi poesía
Ya no tengo más que decir
Ya no t...
Hace 21 horas
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