La abuela se mortificaba cada vez más, con mis vagabundeos.
Se dio cuenta, que de nada servia, buscarme una y otra vez, entre los árboles, y levantarme de un tirón del suelo, cada que me encontraba en actitud contemplativa.Ni el regañarme o gritarme le funcionaba.
Solo conseguía hacerme llorar, por un rato; y en un descuido suyo, me volvía a perder de su vista.
Yo no tenia conciencia de ese “perderme”, si nunca, me pasaba de los limites de la cerca, de donde vivíamos.
Encontró la solución, regalándome unas historietas y cuentos, de color sepia el fondo, con letras y dibujos negros.
Al notar, que me entretenían, me compró muchas más, que hasta una colección, llegué a formar.
Recuerdo con agrado esas revistas, y hay un par, que vienen a mi memoria en forma nítida.Una, era de una mano gigante, que andaba por el mundo, provocando miedo a todos, porque no sabían cuales, eran las intenciones de esa mano.Cabían unas 10 personas debajo de ella, así se veía, en los dibujos: y en la historieta, se resuelve todo, cuando viene un transporte, de forma como plato, y la mano sube a el, por una escalerita, y se va desapareciendo entre las nubes.
La otra historieta, era de alguien, que le pusieron las manos de un maleante; y esas manos, andaban agrediendo, porque aun obedecían a su anterior dueño.
Terminaba la historia, cuando el señor, va y el dice al doctor, que mejor le quite esas manos, porque no las puede controlar.
Bueno, ya explicándoles como eran las historietas o cuentos de mi infancia, ahora les narraré, como me impactaban a mi...( continuará )
Hola marucha:
ResponderEliminarHasta ahora me he dado un tiempo para terminar de enterarme de esta historia.
saludos y paso a leer la tercera parte.
Armando, gracias por tus comentarios.
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