AUN ESTOY DE PIE
Vivíamos cerca de Toluca.
Mi abuelo era un terrateniente, pesaba en la región. Viudo, y con 3 hijas; una de ellas, era mi madre, casada, y con 4 hijos, 2 mujeres y 2 varones.
En la hacienda, había tapancos, chaparritos, donde al frente se almacenaban, los costales de mazorcas de maíz, y al fondo, tapados por la cosecha, los costales de las monedas de oro.
Se vino el tiempo de la revolución.
Y con ella, los grandes cambios. En todo el territorio nacional, y afectándonos, directamente a cada familia.
La hacienda fue saqueada.
A mi abuelo, se lo llevaron, a empujones y culetazos, y jamás se volvió a saber de el.
Mis padres, nos habían llevado, a refugiarnos con unos padrinos.
Pues hasta allá llego, el brazo de la leva.
A mi hermano mayor, lo reclutaron.
Mi madre, suplicaba llorando, no se llevaran a su hijo. El sargento de aquel regimiento, le prometió, en un año, darle su licencia.
Mi madre hablo con sus hermanas. Porque después de todo, un hijo es el mayor tesoro, que puede existir en el mundo; y de común acuerdo, les firmo papeles, donde les cedía cualquier derecho, que le correspondiera como hija, de las vastas propiedades, que su padre, había acumulado, en toda una vida, de arduo trabajo.
Necesitaba ser libre, de cualquier obligación, de cosecha, recolección, almacenaje, o papeleos legales.
Mi madre se fijo la meta, de seguir a su hijo mayor, por todas aquellas regiones, donde el destino llevara a mi hermano.
Catacumba de la memoria
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Que la catacumba de la memoria
Sea el verso indemne
De mi silencio
Y el llanto ausente
De mi poesía
Ya no tengo más que decir
Ya no t...
Hace 16 horas
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