Mi papá esporádicamente nos visitaba, y a mis tíos, una muy pequeña ayuda, daba para el gasto.
En un cuarto de techo alto, acostumbraba dejar alguna ropa, colgada de unos clavos.
Y tardaba, para volver a ocupar aquella ropa.
En una de esas visitas, mi hermana Goya, que tendría unos 7 años, vio que mi papá traía pesos de plata.
Al paso de los días, urdió subirse a una silla, para alcanzar el saco de mi papá y tomar dos pesos.
Me invitó a mi, a ir con unas amigas suyas, y gastarnos aquel dinero, en dulces y golosinas al por mayor.
No logramos comernos tantos confites, y regresamos a la casa, con las bolsas de nuestra ropa, todavía llenas con lo comprado.
Y empezó el interrogatorio.
-¿De donde agarraron el dinero, para comprar eso?
Mi hermana Goya, nombro a una señora, que era muy amable con nosotras, pero como su marido era un borrachito incorregible, que no dejaba ni para los gastos de su casa, mis tíos no le creyeron.
Llegó en ese momento del interrogatorio, mi papá, y le preguntaron si no le faltaba algún dinero.
¡Y si le faltaba!
Yo me defendía, con “no pos, yo no, fue ella”, y señalaba a mi hermana.
Y mi hermana Goya, “pero bien que me acompañaste, y de todo comiste”.
Nos salieron muy caros esos dos pesos de plata.
Primero, una buena tunda, y luego, nos hincaron en el centro de la casa.
A mi hermana Goya en cada mano, le pusieron una plancha de carbón, vacía, pero no por eso dejaba de pesar.
A mi, por ser mas pequeña, solo unos ladrillos en cada mano.
Mis tíos, se sentaban por turno, para vigilar, que se llevara a cabo el castigo.
Solo me dejaron un par de horas castigada; a Goya más tiempo.
Ella suplicaba:
En un cuarto de techo alto, acostumbraba dejar alguna ropa, colgada de unos clavos.
Y tardaba, para volver a ocupar aquella ropa.
En una de esas visitas, mi hermana Goya, que tendría unos 7 años, vio que mi papá traía pesos de plata.
Al paso de los días, urdió subirse a una silla, para alcanzar el saco de mi papá y tomar dos pesos.
Me invitó a mi, a ir con unas amigas suyas, y gastarnos aquel dinero, en dulces y golosinas al por mayor.
No logramos comernos tantos confites, y regresamos a la casa, con las bolsas de nuestra ropa, todavía llenas con lo comprado.
Y empezó el interrogatorio.
-¿De donde agarraron el dinero, para comprar eso?
Mi hermana Goya, nombro a una señora, que era muy amable con nosotras, pero como su marido era un borrachito incorregible, que no dejaba ni para los gastos de su casa, mis tíos no le creyeron.
Llegó en ese momento del interrogatorio, mi papá, y le preguntaron si no le faltaba algún dinero.
¡Y si le faltaba!
Yo me defendía, con “no pos, yo no, fue ella”, y señalaba a mi hermana.
Y mi hermana Goya, “pero bien que me acompañaste, y de todo comiste”.
Nos salieron muy caros esos dos pesos de plata.
Primero, una buena tunda, y luego, nos hincaron en el centro de la casa.
A mi hermana Goya en cada mano, le pusieron una plancha de carbón, vacía, pero no por eso dejaba de pesar.
A mi, por ser mas pequeña, solo unos ladrillos en cada mano.
Mis tíos, se sentaban por turno, para vigilar, que se llevara a cabo el castigo.
Solo me dejaron un par de horas castigada; a Goya más tiempo.
Ella suplicaba:
¡Ya levántenme el castigo!
¡les prometo no volverlo a hacer!
Y mis tíos, impasibles, “No, te falta mucho todavía, para que a la otra lo pienses muy bien”.
“Quien dijera, una niña de 7 años, y tan langara”.
Ya cuando nos levantaron el castigo, nos advirtieron, que por ser la primera vez, nos habían puesto un castigo suave, pero que para la otra, con las mismas planchas, pero calientes, nos quemarían las manos.
Desde luego, si les creímos.
Si por unas maldiciones, dichas por mi hermana Obdulia, la Dula, de 9 años, le restregaron un carbón caliente en la boca.
Y mis tíos, impasibles, “No, te falta mucho todavía, para que a la otra lo pienses muy bien”.
“Quien dijera, una niña de 7 años, y tan langara”.
Ya cuando nos levantaron el castigo, nos advirtieron, que por ser la primera vez, nos habían puesto un castigo suave, pero que para la otra, con las mismas planchas, pero calientes, nos quemarían las manos.
Desde luego, si les creímos.
Si por unas maldiciones, dichas por mi hermana Obdulia, la Dula, de 9 años, le restregaron un carbón caliente en la boca.
Hola Marucha buenos días!! Paso a saludarte ya he pasado a visitar a Marina y a Ambar y me faltabas tu, que tengas un hermoso día ese es mi deseo.
ResponderEliminarLos castigos no eran los de ahora...
Pero sabían evitar cosas que de mayores ya no se pueden erradicar...
Un abrazo de afectos
Marí
Un placer pasar por tu espacio y encontrarme con esta grata entrada llena de sentimientos en cada párrafo según voy leyendo.
ResponderEliminarTe saludo dejándote mi amistad como tarjeta de mi visita.
Esta que te aprecia incondicionalmente.
María del Carmen.
Hasta aqui, tambien he podido llegar, te dejo un abrazo y volveré a leerlo detenidamente si me deja, se está poniendo lento y pesado.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Ambar.
Hoy he madrugado un poco más de lo habitual aún siendo un día más tarde para despedirte el fin de semana, esperando este te proporcione el descanso emocional que durante la semana es impensable.
ResponderEliminarUn beso aterciopelado te acerco para acariciar tus mejillas.
Chao
María del Carmen.
Todos los tiempos tuvieron reglas de conducta, algunas muy severas.
ResponderEliminarCariños y el deseo que pases un buen fin de semana
Hola Maruchiña, camrambita carambola, los castigoa de aquellos tiempos eran duros, un carbón caliente por la boca puede dejar una piel tan suave deformada, eran bien crueles en aquellos tiempos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar.
Hay un refrán que dice "El miedo guarda la viña" y los castigos tenían este efecto, se trataba de no repetir por tal de no pasar por el castigo, era la forma de corregir conductas.
ResponderEliminarPosiblemente hemos pasado de un extremo a otro, de una disciplina muy dura a una permisividad excesiva.
Abrazos Marucha.
Hola maruchiña, sepas que me gustan mucho tus historias, y que agradezco mucho aquel primer comentario que me dejaste, unas palabras de alient ayudan mucho a seguir.
ResponderEliminarA mi querida Marucha,
La primera en visitarme
Ya le cogí un gran cariño
Cuando leí aquellas líneas
Que empezaban a animarme
Tan solo en unos meses
Nuestro cariño ha volado
Al otro lado del mar
Me gustan bien sus historias
Las de la vida real
En esas viejas costumbres
Ya no paro de pensar
Parece episodio roto
De una telenovela
Que leo ávidamente
Hasta llegar al final
Son, como cuentos de hadas
Esos de entorno y retorno
De aquellas viejas costumbre
Muchas, aún se ven pasar
Más, la forma en que las cuenta
Te transporta a esos lugares
Crees que estás en el centro
De todo el berenjenal
Y busco a Doña. Mengana
O a la Señorita Tal
De pronto me veo buscando
A esa huérfana niña
Que ya no tiene Mamá
Los castigos eran duros
Castigaban por la acción
No por las simples monedas
Aún que tuvieran valor
Esa lección aprendida
Nunca se les olvido
La vida sigue adelante
Y Maruchiña es mi amiga
Para mí, es un honor
Ella me quiere y me mima.
Te quiero tal como eres
No cambies nunca
Un abrazo, amiga mía.
Ambar.
Hola Marucha, qué blog más hermoso el tuyo, Dios mío!! Con el color tan dulceamargo de los recuerdos... Con los sonidos de provincia amorosa en el corazón de los abuelos...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, fuerte!!!
Hola guapa, estas viejas historias son interesantes, pero sigo pensandoque el castigo era muy duro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar.
Hola, Maruchiña, mi corazón latiente, ya os invita con gusto y perdón pide tambien te prometo ser tu amiga, siempre leal, siempre fiel, puede que en un compromiso yo te acabo de meter, pero eres inteligente, llena de vitalidad y dulce como la miel, eres mujer de recursos...y sabrás salir de el.
ResponderEliminarUn abrazote con achuchones un fuerte estrujon y besines.
Ambar.
Hola Marucha amiga que tal estas?? paso para saludarte y ler tu entrada y vaya castigo por dios, creo que son demasiados duros para unos niños de tan corta edad.
ResponderEliminarBesos.
Hola Marucha, ya estoy aqui, quiero dejar mi huella en todos tus rincones si no me olvido de alguno, por que tienes mucho, si se me olvida alguno ya volveré mañana.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar.
MARUCHINA, POR MOMENTOS TU VIDA SE PARECE A LA MIA, ESOS ERAN CASTIGOS ¡¡¡
ResponderEliminarMUY CRUELES, PERO BUEN REMEDIO.
YO NO LO HARÍA CON MIS HIJOS.
DEJO MI ABRAZO DE AMISTAD QUERIDA MARUCHINA
El castigo fue morrocotudo, pero que aprendisteis la lección, no cabe duda, eh!...
ResponderEliminarHay hoy en día una gran polémica en torno a los castigos a los niños, y, desde quien piensa que a los niños jamás debe de castigárseles duramente sino hablar con ellos y hacerles razonar, hasta quienes piensan que un cachete a tiempo evita males mayores, hay un larguisimo trecho de opiniones, yo creo que a cada niño hay que aplicarle el castigo que mejor se le adecue, porque cada niño es diferente, unos razonan más y otros menos, pero, en cualquier caso, al niño debe quedarle claro que su acción es incorrecta y que no debe repetirla... de todas formas, también hay que valorar el daño causado, porque un castigo severo frente a una acto leve, tampoco es proporcional. Lo mismo nuestros padres antes se pasaban un poco con la severidad de los castigos, pero es que ahora los padres no llegan, son demasiado blandos y consentidores con sus hijos, y luego, éstos se les suben a las barbas y ya no pueden con ellos... ya lo dice el refrán, ni tanto ni tan calvo, que, en el término medio está la virtud.
Un besote Marucha, ya sabes de los gordísimossssss