VIDAS ENTRELAZADAS
Nací en el año de 1918, en Villa Cecilia, hoy ciudad Madero.
Mi padre llegó aquí, huyendo del movimiento revolucionario; una hermana le había sido arrebatada, en una incursión de fuerzas armadas.
El era oriundo, de un lugar cercano a Rio Verde.
En ese lugar, antes de escapar, mi abuelo y el, enterraron, el cuero de un becerro, retacado de monedas de oro.
Y a pesar de las innumerables ocasiones, en que mi abuelo y mi papá, volvieron y buscaron ese tesoro, no lo pudieron encontrar.
Que dizque, porque lo enterrado, siempre cambia de lugar, como que camina.
Comprobando, que del oro, ni sus luces, papá trabajó en la fábrica de latas.
Posteriormente, en la Planta de Parafina, donde lo dotaban con unos zapatos de madera, macizos a morir.
Cuando aquí, abundaban los zacatales, sobre todo el “Guinea”.
Había bailes, de continúo, y así, también de continúo, eran los hallazgos de cadáveres, en los montes.
Por lo regular, de gente, que nadie podía identificar, por ser un tiempo, donde muchas personas del interior del país, llegaban a estos lugares, buscando trabajo.
Existía una mujer, que viviendo sola, en una muy pequeña casita de madera, rodeada de altos matorrales, intrigaba; por no mantener amistad con nadie, y no notársele, de que se mantenía.
Jamás, se le vio en compañía alguna, ni de hombre, ni mujer, niño o anciano. Era todo un misterio esa mujer.
Gustaba siempre andar con vestido largos hasta el tobillo, invariablemente de color blanco. Y sus cabellos largos, sueltos, cayendo por su espalda, como invitando al amor, al moverse al ritmo de su cuerpo altivo, y que provocaba, ardientes evocaciones...
Nací en el año de 1918, en Villa Cecilia, hoy ciudad Madero.
Mi padre llegó aquí, huyendo del movimiento revolucionario; una hermana le había sido arrebatada, en una incursión de fuerzas armadas.
El era oriundo, de un lugar cercano a Rio Verde.
En ese lugar, antes de escapar, mi abuelo y el, enterraron, el cuero de un becerro, retacado de monedas de oro.
Y a pesar de las innumerables ocasiones, en que mi abuelo y mi papá, volvieron y buscaron ese tesoro, no lo pudieron encontrar.
Que dizque, porque lo enterrado, siempre cambia de lugar, como que camina.
Comprobando, que del oro, ni sus luces, papá trabajó en la fábrica de latas.
Posteriormente, en la Planta de Parafina, donde lo dotaban con unos zapatos de madera, macizos a morir.
Cuando aquí, abundaban los zacatales, sobre todo el “Guinea”.
Había bailes, de continúo, y así, también de continúo, eran los hallazgos de cadáveres, en los montes.
Por lo regular, de gente, que nadie podía identificar, por ser un tiempo, donde muchas personas del interior del país, llegaban a estos lugares, buscando trabajo.
Existía una mujer, que viviendo sola, en una muy pequeña casita de madera, rodeada de altos matorrales, intrigaba; por no mantener amistad con nadie, y no notársele, de que se mantenía.
Jamás, se le vio en compañía alguna, ni de hombre, ni mujer, niño o anciano. Era todo un misterio esa mujer.
Gustaba siempre andar con vestido largos hasta el tobillo, invariablemente de color blanco. Y sus cabellos largos, sueltos, cayendo por su espalda, como invitando al amor, al moverse al ritmo de su cuerpo altivo, y que provocaba, ardientes evocaciones...
Hola Marucha
ResponderEliminarEl relato ha comenzado muy bien, ese misterio de la mujer nos deja impacientes para seguir leyendo.
Hasta la próxima entrega.
Abrazos.
He leido tu primera parte de vidas entrelazadas, y de verdad me ha gustado su contenido sobre todo el del tesoro perdido, ahora hay que esperar quien pudo rescatarlo de su sitio y quien puede ser esa mujer vestida de blanco.
ResponderEliminarUn abrazo.
abuelo Andrés, pronto publicaré la continuación de este relato.
ResponderEliminarRecibe mi cariño en un gran abrazo.
Aire de Alhena,gracias amiga por tu visita en este frío enero.
ResponderEliminarRecibe un abrazo con cariño.
...una mujer muy misteriosa.
ResponderEliminarcreo que el oro fue desenterrado el mismo día, será?
Espero el desenlace,
Un beso!
Canto en Flor,gracias maestra por sus comentarios y reciba un abrazo con afecto.
ResponderEliminar