TIO
Vivíamos en un cuarto redondo, de esos, que son todo a la vez.
La abuela, se iba, todo el día a trabajar. Dejándonos hecha la comida, a mi tío, y a mi.
Nos encerraba con llave.
Mi tío, tendría en ese tiempo, unos 40 años, alto, musculoso, porque en su juventud, se ejercitaba con pesas.
Ojos hundidos, con ojeras. Nariz aguileña, ceja gruesa, cerrada.
Pelo hirsuto, barba tupida, dientes amarillentos, aliento fétido.
Manos enormes, que golpeaban a puño cerrado, las paredes en sus arranques de ira.
Manos que levantaban su cama de fierro, para con ella golpear el suelo, y cuartear el cemento.
Dedos que embarraban, el excremento en las paredes.
Porque mi tío era esquizofrénico.
De esos, que hablan y hablan solos.
Que se dirigen, a alguien que nadie más, puede ver.
Yo tendría, 6 o 7 años de edad.
Y deseaba, que mi tío me quisiera.
Hubo una época, en que sentaba en sus rodillas, y le decía papá.
Pero, un día, me aventó lejos, y me grito ¡tu no eres nada mío!
La abuela, me regañó.
Y me hizo los siguientes comentarios:
- No te le acerques.
- No lo mires, y si lo haces, que no lo note. Cuando el voltee el rostro, tu no debes voltear tu cabeza a otro lado, porque te delatas y se enfurece.
Solamente la niña de tus ojos, cambiaras de dirección.
Si no tienes cuidado, y lo miras fijo, un día te puede matar.
Ya te lo advertí.
Parece que lo veo, con su pantalón arremangado, porque en su valenciana guardaba los tiliches, que recogía en las calles, como tapones, fichas, seguros, alfileres, pañuelos sucios, y que el llamaba, “mis tesoros”.
Con un mecate por cinto, porque cuando traía cinturón, amenazaba con agarrarnos a cinturonazos, a la abuela y a mi.
Y que de groserías decía.
Un vocabulario tan florido, que daba cátedra.
Después al tío, le dio, por amenazarnos con cuanta cosa tuviera a la mano; un día descubrió donde se escondían las herramientas y su consentida, se volvió el machete.
Y yo, el blanco de sus amenazas, cada que no estaba la abuela.
Machete en mano, me decía:
He de arrancarte la cabeza. Te voy a hacer cachitos, que ni quien te reconozca.
Eso era de día.
Por las noches, despertaba sofocada por las pesadillas.
Mi abuela, hablo seriamente conmigo.
Me explico, que si tú en los sueños, sueñas que te ahogas, o que te caes a un precipicio, o que te quemas; tú y solo tú, tienes la solución.
Que si tu no pones, remedio en tus sueños, a tus monstruos o peligros, puedes morir, tanto en el sueño, como en la vida real.
Es decir, que tú ya no despiertas.
Simple y sencillamente, porque en tus sueños, tu, te dejaste vencer por tus miedos.
Esas verdades, dichas por su abuela, a una niña de 6 o 7 años, son algo muy gordo, que hay que meditar mucho.
Ya ni modo, de seguir quejándose, por tener pesadillas.
Y el tío, que seguía dale y dale.
Con su circo, maroma y teatro.
Una mañana, en que yo miraba como al entrar los rayos del sol, por los vidrios de una ventana, y al iluminar el polvo, que con mis manos levantaba al palmear, infinidad de puntitos se hacían visibles, como estrellas, que me acompañaban; empezó mi tío con su letanía.
Se movía como un león enjaulado, por nuestro cuarto.
Gesticulando, manoteando, dando brincos, escupiendo, desnudándose.
Y recordé la advertencia, “no le veas ahí, porque es pecado; el no sabe lo que hace”.
Harta.
Saco el machete, aunque pesa en mis manos como plomo.
Mi tío, para sus bailoteos.
Me le acerco.
Se lo entrego.
Me pregunta, con voz de cuerdo:
Y esto, ¿para qué me lo das?
Lo miro de frente y le digo, para que me mates de una vez, porque esto no es vida.
Suelta una maldición.
Avienta el machete a un rincón y exclama:
¡Tu estás más loca que yo!
Esa noche, en mis sueños, el gigante, empieza a corretearme tenaz.
Yo lo espero en una esquina, con miedo, pero firme.
Y saltando, le inserto un puñal, entre sus ojos.
Cae muerto el gigante de mis pesadillas.
Jamás ha vuelto a perturbar mis sueños.
Y mi tío, no me volvió a amenazar, con matarme.
Vivíamos en un cuarto redondo, de esos, que son todo a la vez.
La abuela, se iba, todo el día a trabajar. Dejándonos hecha la comida, a mi tío, y a mi.
Nos encerraba con llave.
Mi tío, tendría en ese tiempo, unos 40 años, alto, musculoso, porque en su juventud, se ejercitaba con pesas.
Ojos hundidos, con ojeras. Nariz aguileña, ceja gruesa, cerrada.
Pelo hirsuto, barba tupida, dientes amarillentos, aliento fétido.
Manos enormes, que golpeaban a puño cerrado, las paredes en sus arranques de ira.
Manos que levantaban su cama de fierro, para con ella golpear el suelo, y cuartear el cemento.
Dedos que embarraban, el excremento en las paredes.
Porque mi tío era esquizofrénico.
De esos, que hablan y hablan solos.
Que se dirigen, a alguien que nadie más, puede ver.
Yo tendría, 6 o 7 años de edad.
Y deseaba, que mi tío me quisiera.
Hubo una época, en que sentaba en sus rodillas, y le decía papá.
Pero, un día, me aventó lejos, y me grito ¡tu no eres nada mío!
La abuela, me regañó.
Y me hizo los siguientes comentarios:
- No te le acerques.
- No lo mires, y si lo haces, que no lo note. Cuando el voltee el rostro, tu no debes voltear tu cabeza a otro lado, porque te delatas y se enfurece.
Solamente la niña de tus ojos, cambiaras de dirección.
Si no tienes cuidado, y lo miras fijo, un día te puede matar.
Ya te lo advertí.
Parece que lo veo, con su pantalón arremangado, porque en su valenciana guardaba los tiliches, que recogía en las calles, como tapones, fichas, seguros, alfileres, pañuelos sucios, y que el llamaba, “mis tesoros”.
Con un mecate por cinto, porque cuando traía cinturón, amenazaba con agarrarnos a cinturonazos, a la abuela y a mi.
Y que de groserías decía.
Un vocabulario tan florido, que daba cátedra.
Después al tío, le dio, por amenazarnos con cuanta cosa tuviera a la mano; un día descubrió donde se escondían las herramientas y su consentida, se volvió el machete.
Y yo, el blanco de sus amenazas, cada que no estaba la abuela.
Machete en mano, me decía:
He de arrancarte la cabeza. Te voy a hacer cachitos, que ni quien te reconozca.
Eso era de día.
Por las noches, despertaba sofocada por las pesadillas.
Mi abuela, hablo seriamente conmigo.
Me explico, que si tú en los sueños, sueñas que te ahogas, o que te caes a un precipicio, o que te quemas; tú y solo tú, tienes la solución.
Que si tu no pones, remedio en tus sueños, a tus monstruos o peligros, puedes morir, tanto en el sueño, como en la vida real.
Es decir, que tú ya no despiertas.
Simple y sencillamente, porque en tus sueños, tu, te dejaste vencer por tus miedos.
Esas verdades, dichas por su abuela, a una niña de 6 o 7 años, son algo muy gordo, que hay que meditar mucho.
Ya ni modo, de seguir quejándose, por tener pesadillas.
Y el tío, que seguía dale y dale.
Con su circo, maroma y teatro.
Una mañana, en que yo miraba como al entrar los rayos del sol, por los vidrios de una ventana, y al iluminar el polvo, que con mis manos levantaba al palmear, infinidad de puntitos se hacían visibles, como estrellas, que me acompañaban; empezó mi tío con su letanía.
Se movía como un león enjaulado, por nuestro cuarto.
Gesticulando, manoteando, dando brincos, escupiendo, desnudándose.
Y recordé la advertencia, “no le veas ahí, porque es pecado; el no sabe lo que hace”.
Harta.
Saco el machete, aunque pesa en mis manos como plomo.
Mi tío, para sus bailoteos.
Me le acerco.
Se lo entrego.
Me pregunta, con voz de cuerdo:
Y esto, ¿para qué me lo das?
Lo miro de frente y le digo, para que me mates de una vez, porque esto no es vida.
Suelta una maldición.
Avienta el machete a un rincón y exclama:
¡Tu estás más loca que yo!
Esa noche, en mis sueños, el gigante, empieza a corretearme tenaz.
Yo lo espero en una esquina, con miedo, pero firme.
Y saltando, le inserto un puñal, entre sus ojos.
Cae muerto el gigante de mis pesadillas.
Jamás ha vuelto a perturbar mis sueños.
Y mi tío, no me volvió a amenazar, con matarme.
Hola, tremenda vida la tuya, niña Marucha, muy tremenda, deja salir esos recuerdos que los lleve el viento, dejalos escapar.
ResponderEliminarHasta yo, creo que voy a tener pesadillas.
Un abrazo grandeeee.
Ambar.
MUY BUENOOO!!!
ResponderEliminarSe mantiene la tension hasta el final
saludos!
DICEN QUE CUANDO DIOS ELIJE A ALGUIEN, PARA UNA MISIÓN ESPECIAL EN LA VIDA, COMO HICIERON CON ÉL, SE FORTALECE SU ESPÍRITU DESDE NIÑO.
ResponderEliminarUN ESPÍRITU FUERTE, ES UN ESPÍRITU ALEGRE,POR QUE CONFÍA, ES GENEROSO Y CONTENEDOR, POR LO MUCHO QUE TIENE PARA DAR DE SI MISMO, ESA ES SU MISIÓN, DAR.
DAR TESTIMONIO DE AL MUNDO DE ESOS DONES EJERCIÉNDOLOS.
ESTA HISTORIA ES BELLA, POR QUE MUESTRA EL PODER DE ESOS DONES EN LA NIÑA, TE ABRAZO MI AMIGA MARUCHINA.
me ha gustado,mucho,espero leerte nuevamente
ResponderEliminarmuy bueno, y si es real,es un ejemplo para todas
ResponderEliminarlas personas maltratadas.un abrazo.
COMOOOOOOOOOOOOOOO
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